Robots versus funcionarios

Iba a titular la presente entrada «AI (Inteligencia Artificial) y RRHH (Recursos Humanos) en las AAPP (Administraciones Públicas)», pero si lo hubiera hecho, así con tantas siglas, parecería que no hemos aprendido nada sobre blogs y difusión de contenidos en todos estos años. Dicho lo cual, comenzamos diciendo que ni versus ni «contra», ni nada por el estilo. El título no es más que la constatación de una idea equivocada, de un enfoque totalmente erróneo, que no es el nuestro pero sí el de muchos que opinan que la tecnología, en general, es mala; la tecnología, en la Administración, es malísima; pero si además la tecnología en cuestión son esos robots (?) que van a venir a sustituirnos y nos vamos a ir todos al paro, para eso mejor que se abran directamente las puertas del Hades y que nos lleve el Diablo, quien, valga la cacofonía, es menos diabólico que todo esto.

Pero nada más lejos de la realidad. Y la realidad, ese lugar de la existencia con el que muchos parece que tienen algún problema, consiste en un presente en el que la tecnología ya ha amortizado muchísimos puestos de trabajo, incluso profesiones enteras, en el sector privado; en el que la automatización de las tareas burocráticas, y las relacionadas con el papel, las fotocopias, los cuños y los sellos, ya ha eliminado también funciones y tareas, con poco valor añadido por cierto, en el sector público; en el que la Inteligencia Artificial ha pasado de los libros de CiFi a los procesos industriales, económicos y sanitarios; y en el que conceptos como blockchain, machine learning, big data, internet de las cosas (IoT) o nanotecnología tienen aplicación práctica, en este momento real, vigente y actual, pero evidentemente con claras perspectivas de un crecimiento exponencial imparable en el futuro próximo.

rodeado de máquinas
Personalmente siempre me he sentido cómodo trabajando con máquinas: ellas son el músculo y yo la cabeza ¡Trabajo en equipo!

Así las cosas, bien haríamos en unirnos al supuesto enemigo antes de combatirlo o, peor aún, negarlo. Como indica claramente Albert Cornellá en esta entrevista: «No hay que luchar contra los robots, sino con ellos«. Y lo desarrolla: «La lucha contra los robots no tiene sentido. Sin tu mente y tus manos, la grabadora no sirve. Pero al revés, tampoco. De igual modo que una llave inglesa te permite hacer cosas que no puedes con las manos. El futuro de seres humanos multiplicados por máquinas parece irrefutable.» Respecto a los horrorizados opina: «Creo que la lectura que el humanismo de las ideas está haciendo sobre las implicaciones de la automatización no tiene en cuenta que somos una especie tecnológica, en el sentido de que utilizamos herramientas para hacer cosas. Es verdad que ahora las máquinas tienen un componente de inteligencia añadido. Pero tengo la convicción de que el futuro pasa por aprender a trabajar con las máquinas».

Y es que es exactamente así. O mejor dicho: siempre ha sido así. La Historia de la Humanidad se ha caracterizado de forma periódica por la incorporación puntual pero cíclica de tecnologías disruptivas de gran impacto que han permitido dar un salto evolutivo brutal. Y es por eso que se habla de Revoluciones Industriales. Y estamos en la cuarta por cierto. Yo sé que es difícil que algunas personas «de dentro de la Administración», perfectamente envasadas al vacío (como diría mi amigo Javier Cuenca), empaticen con una realidad para la que ni están preparadas ni quieren estarlo, porque para empezar la niegan. Sigue habiendo, en la Administración, magníficos trabajadores que no obstante corren un serio riesgo laboral e incluso personal si renuncian a actualizarse. Seguirán estando muy preparados sí, pero para un mundo que ya no existe, y para trabajar en una Administración que ya no debería existir realizando unas tareas que ya no tienen sentido.

Como ya dijimos, la Administración es la última pieza en caer en el efecto dominó que se genera cuando irrumpe una nueva tecnología (ver «El efecto dominó de la tecnología en la Administración»). Esto significa que, por mucho que la realidad (social, tecnológica) cambie, la Administración es la última en reaccionar. Y cuando lo hace, la ficha de la tecnología ya se ha vuelto a mover, por supuesto, lo cual significa que pronto se verá abrumada por un nuevo efecto dominó, por una tecnología que percibe como una amenaza en lugar de una oportunidad para mejorar el servicio público, y con un sector privado y una sociedad que la aventajan en años, siendo por tanto la Administración un sector extremadamente lento y poco competitivo.

Mas la realidad debe abordarse desde el realismo, lo cual tiene sentido desde cualquier punto de vista, incluido el etimológico. En este sentido, discrepamos ligeramente de lo que nos dijo en esta entrevista el gran Borja Adsuara, quien preguntado sobre si los robots acabarán sustituyendo a las personas en la mayoría de profesiones o por el contrario generarán nuevos ámbitos laborales, respondió que «Las dos cosas. Nos sustituirán –afortunadamente- en la mayoría de actividades automatizables (y en la Administración hay muchas que lo son), pero generarán nuevas profesiones. Por ejemplo, la de profesor, entrenador y supervisor de robots, porque la Inteligencia Artificial tiene que ser formada, entrenada y supervisada por expertos en cada una de las materias, y éstos podrán dedicar su tiempo a innovar». La discrepancia, insistimos, es de mero matiz, ya que aunque el razonamiento es inapelable (y lo compartimos), personalmente creemos, si bien en estos temas es imposible manejarse con certezas del 100%, que los puestos que se van a destruir superan en número a los que se van a crear (y se van a crear muchos, que conste), al menos en la Administración.

Aclarado pues. Queda entonces claro que esta es una realidad a priori negativa, con la que no obstante tenemos que convivir y que tenemos que afrontar. Y se afronta, sin ninguna duda, con actitud y aptitud. Aprendiendo, renovándose, informándose, formándose. En una palabra: adaptándose. Es puro darwinismo. Y el darwinismo, muchas veces mal entendido, habla de la supervivencia de los que se adaptan, no de los más fuertes. Ni siquiera de los mejores, porque tú puedes ser el mejor a día de hoy, pero dejar de serlo mañana. Y además esto es así por muchos motivos. Por ejemplo: imposible hoy en día catalogar a un letrado como «gran jurista» si no tiene, al menos, bastantes nociones de Derecho Digital. A veces cambian las reglas del juego; y otras veces el mismo juego.

Por lo tanto, y a pesar de todo lo indicado, si eres capaz de adaptarte verás que «Los robots no te quitarán el trabajo: lo harán contigo». Y es que el hecho de que desaparezcan funciones o tareas, por pura obsolescencia, o puestos de trabajo completos, por pérdida de su sentido funcional, esto no significa ni mucho menos que las personas que actualmente los desempeñan no tengan un lugar en el mercado laboral o bien, a los efectos que en esta reflexión importan, en la nueva Administración: la del big data, el IoT y el blockchain; la de los servicios Smart. Pero tendrán que evolucionar, como ha evolucionado todo lo demás. No es el momento de ser conservador, y en este sentido re-citaremos a Mercader Uguina a su vez citado en este gran artículo de Jiménez Asensio que versa también sobre la temática que hoy nos ha ocupado:

“Constituye un lamentable error (…) pretender la estabilidad y la seguridad en una nueva situación en la que nada es estable ni seguro” (J. R. Mercader Uguina, El futuro del trabajo en la era de la digitalización y la robótica; Tirant lo Blanch, 2017, p. 45)

En cuanto a nuestra supuesta batalla de los empleados públicos contra los robots, desde esa óptica medieval de que somos rivales, Gerardo Bustos lo explicó brillantemente en la pasada edición del CNIS (: «Si hay un robot capaz de hacer las oposiciones mejor que una persona, eso quiere decir que tenemos que cambiar el sistema de selección». Habrá que buscar por tanto, ya desde el inicio (las oposiciones), perfiles con valor añadido para que aporten en la Administración capacidades y habilidades naturalmente humanas, como el sentido común, la perspectiva, la capacidad para resolver problemas o, sobre todo, la inteligencia emocional.

Debemos pues diferenciarnos de los robots poniendo en valor los rasgos, las capacidades y las inteligencias humanas. Y habrá que aprender a trabajar con ellos (no pensemos necesariamente en humanoides), con los procesos automatizados (benditos sean), con los algoritmos y con la inteligencia artificial. Habrá que ser la inteligencia que toma decisiones en base a los datos que captura una tecnología que antes no existía pero que ahora nos permite mejorar, y mucho, el servicio público.

En definitiva, como ya indicamos: «Nos podrá gustar el baile más o menos, pero que nadie diga que no ha escuchado la música. Mejor nos irá si defendemos un modelo de servicio público más humano, porque la inteligencia de rasgos humanos (sobre todo la interpersonal y la que procede experiencia) nunca será cuestionada por ninguna máquina. Por eso es tan ridículo mantener la postura de que es una persona la que debe poner sellos o dar fe de que un señor vive en la plaza Mayor nº1, y que eso justifica un puesto de trabajo. Lo que de verdad justifica un puesto de trabajo “de grupo A”, hoy en día, es el ejercicio de una dirección pública de tipo profesional, en la que destacan las capacidades de gestión de personas (o equipos) y proyectos, y aquellas tendentes a la resolución de problemas. Todo ello sin perjuicio evidentemente de los puestos de trabajo que comprenden funciones de tipo técnico especializado (letrado, ingeniero o arquitecto). Automaticemos todo aquello que se pueda automatizar y dejemos que las personas hagan solo aquello que no puede hacer una máquina, lo humano, el trabajo de más calidad en realidad».

Y para cerrar la entrada qué mejor colofón que el artículo de Xavier Marcet publicado hoy en La Vanguardia) en el que defiende «La suma de inteligencias»:

Pensemos más en términos de hibridación de que sustitución

¿No es sensato y lógico pensar que la inteligencia artificial y la humana son de naturaleza totalmente distinta y que por lo tanto son absolutamente complementarias? Quizá los robots y los humanos podamos ser amigos después de todo. Y hacer grandes cosas juntos.

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6 Comentarios Agrega el tuyo

  1. plasticsoulfanzine dice:

    Realmente dudo de la eficacia de los robots en ciertos puestos de trabajo. ¿acaso una máquina puede por ejemplo realizar mantenimiento y conservación de parques y jardines, obras, reformas, etc propios de los puestos de oficios?¿ y los de conductor? ¿Y los médicos y demás personal sanitario? ¿y los puestos de naturaleza especial tipo trabajadora social , psicóloga, psicopedagoga…? Por no hablar de los que implican el ejercicio de autoridad: policía, etc.

    Creo que sólo se automatizará en relación con los puestos administrativos, (C2, C1) y para tareas rutinarias, de poca magnitud, donde la implantación del expediente electrónico acelerará la tramitación de todas las fases del procedimiento.

    Lo digo desde la experiencia de haber trabajado en casi todas las AAPP (local, autonómica y estatal).

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