Corrupción y acoso: una inseparable conexión

El presente comentario deriva principalmente, muy a mi pesar, de la polémica suscitada por el beso en la boca del presidente de la RFEF a la jugadora Jennifer Hermoso. He dejado pasar unos días por respeto al gigantesco logro de nuestro deporte femenino, y aunque sigo considerando muy triste que tengamos que hablar de otras cosas no estrictamente deportivas, la obligación moral de hacerlo no se puede eludir. Eso sí, que quede claro que esto no resta ni un ápice de mérito a la gran victoria de las jugadoras. Más bien al contrario, todo apunta a que tienen que superar más obstáculos de los que se plantean en el propio terreno de juego.

No es la primera vez que hablamos de corrupción en la RFEF (ver nuestro comentario relativo a la época de Ángel María Villar), una institución que, con Rubiales como presidente, parece que ha heredado lo peor de la etapa de su anterior dirigente, como demuestran los llamados Supercopa Files o el propio comportamiento antediluviano del incalificable Rubiales, capaz no solo de besar como un auténtico baboso a varias jugadoras, sino de entrar en su vestuario o de palparse los machos a tan solo unos centímetros de la Infanta Sofía, una menor al fin y al cabo, de la mismísima Reina y, con total impunidad, ante millones de personas que seguían una retransmisión que obviamente fue televisada para todo el planeta. Qué vergüenza ajena nos dio.

Y esta es precisamente una de las claves: la sensación de impunidad. El comportamiento dictatorial se impone a base de pequeñas batallas psicológicas ganadas de forma ilegal, inmoral e injusta, y siempre sin consecuencias, por lo que el directivo acaba pensando realmente que puede hacer absolutamente lo que le apetezca, sin que nimiedades como la ética o la legalidad interfieran para nada en sus deseos e intereses. Fíjense en la primera reacción de Rubiales ante las críticas a su comportamiento, llamando «gilipollas», «idiotas», «tontos del culo» y «pringaos» a los indignados por su comportamiento. Horas más tarde rectificó, a su manera claro, pero únicamente porque ya veía peligrar sus 675.761,87 euros brutos (371.669,03 euros netos) anuales. Una cantidad a la que hay que añadir una ayuda a la vivienda de 3.000 euros brutos al mes, o lo que es lo mismo, 36.000 euros al año. Como para no rectificar.

Así pues, en la presente entrada relaciono corrupción con sensación de impunidad y, por consiguiente, con determinados comportamientos que como mínimo son inadecuados. En especial el acoso. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define el acoso laboral como: “Acción verbal o psicológica de índole sistemática, repetida o persistente por la que, en el lugar de trabajo en conexión con el trabajo, una persona o un grupo de personas hiere a una víctima, la humilla, ofende o amedrenta”. En las instituciones corruptas la posibilidad de que se den casos de acoso (laboral, sexual y de todo tipo) es mucho mayor. Es un hecho comprobable y comprobado. En estas organizaciones, el principio de jerarquía se desarrolla en su sentido más peyorativo, y las personas llegan a sentir miedo. Los dirigentes corruptos, dictadores y acosadores (estas tres palabras suelen ir de la mano) son como una apisonadora de derechos y alegrías que no deja tiempo para la reacción. Valga aquel viejo cliché de que el mal nunca descansa. Mientras una persona normal disfruta por la noche de su serie preferida o de un libro, este tipo de psicópatas aprovecha esos momentos del día para seguir maquinando. Sea por lo que fuere, bien por esa ventaja táctica o por aquellas batallas psicológicas ganadas, resulta lamentable (y hasta cierto punto curioso) comprobar como personas inteligentes olvidan sus derechos más elementales o, simplemente, no se atreven a hacerlos valer. Desde aquí animo a que lo hagan, a que se defiendan. Vamos a pensar que el sistema, aún con sus imperfecciones, ampara a las víctimas, no a los verdugos.

Otra cuestión interesante es esa visión que tienen tan distorsionada, y obviamente interesada, de la realidad. Una subjetividad irracional que, gracias a algún talento que sin duda poseen este tipo de napoleones, acaban haciendo valer e incluso logran convencer a los que yo llamaría neutrales. Ojo, neutrales iniciales, porque más tarde alguno de ellos acaba convirtiéndose en lugarteniente del dictador. En realidad es la figura del tonto útil de toda la vida, pero es una situación cómoda tanto para manipulador como para manipulado, por lo que tiene muchas posibilidades de prosperar. En cierto modo, todo amo necesita tener un perro que muerde, en parte para no hacerlo él mismo y así exponerse. La lealtad del perro es total, pero a la inversa no se da, porque si el mandamás considera que, llegado el momento, tiene que sacrificar a su sirviente en una operación del tipo «chivo expiatorio», no dudará en hacerlo para salvarse él mismo.

Acoso laboral. Fuente: https://www.bizneo.com/

Una duda que me planteo a menudo es si, como consecuencia de esa visión tan personal de la realidad, los psicópatas a los que nos referimos acaban pensando que son los buenos de la película. Creo que sí. En las organizaciones públicas es frecuente que los malos se presenten como buenos para desacreditar a los demuestran una firme rectitud y así presentarlos como los verdaderos malvados. Parece un planteamiento simplista, pero no por ello es menos cierto. ¿Cuántas veces el fin trata de justificar los medios? ¿Cuántas veces has vivido, querido lector, una situación de chantaje para cambiar un informe o reinterpretar una situación que sabías a todas luces que era ilegal? Nadie quiere ser el «aguafiestas», la nota discordante, el legalista… Menudo chantaje emocional cuando te dicen que determinadas personas que lo necesitan dejarán de percibir una ayuda solo porque tú manifiestas, de forma caprichosa, que es ilegal; o que determinada persona que «merece» obtener el puesto en un proceso selectivo, puede tener problemas en lograrlo por tu empecinamiento en considerar que no reúne los méritos suficientes. En numerosas ocasiones esa presión tiene resultado. Pero las personas que sucumben a las presiones también son víctimas, ya que son presa de un psicópata mayor, que les induce a interpretar la realidad de una manera extremadamente sesgada. Sé que no es fácil plantarse ante un superior jerárquico, y de hecho a nivel personal puedo decir que siempre que lo he hecho he sufrido represalias. Siempre, sin excepción. Pero quizá es el momento de recordar que servimos al interés general, y no a intereses particulares, personales o partidistas.

Conclusión: los dirigentes corruptos no tienen freno ni mesura. Piensan que pueden hacerlo todo. Es nuestra obligación plantarnos y demostrarles que no es así.

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5 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Tomas Orbea dice:

    Gracias Víctor por tu artículo.
    Me sumo al 100%

  2. Creo

    «En realidad es la figura del tonto útil de toda la vida, pero es una situación cómoda tanto para manipulador como para manipulado, por lo que tiene muchas posibilidades de prosperar. En cierto modo, todo amo necesita tener un perro que muerde, en parte para no hacerlo él mismo y exponerse. La lealtad del perro es total, pero a la inversa no existe, porque si el mandamás considera que, llegado el momento, tienen que sacrificar a su sirviente en una operación del tipo «chivo expiatorio», no dudará en hacerlo para salvarse él.»

  3. Se parece mucho a cómo ha actuado el presidente, en funciones, del Gobierno de España:

    «En realidad es la figura del tonto útil de toda la vida, pero es una situación cómoda tanto para manipulador como para manipulado, por lo que tiene muchas posibilidades de prosperar. En cierto modo, todo amo necesita tener un perro que muerde, en parte para no hacerlo él mismo y exponerse. La lealtad del perro es total, pero a la inversa no existe, porque si el mandamás considera que, llegado el momento, tienen que sacrificar a su sirviente en una operación del tipo «chivo expiatorio», no dudará en hacerlo para salvarse él.»

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