¿Cómo debe ser la «nueva normalidad» en la Administración?

Para poder anticipar cómo será la nueva Administración que surge de la nueva normalidad es muy importante saber cómo debería ser esa nueva Administración. Pero, sobre todo, lo más importante es entender qué demonios está ocurriendo ahora mismo en el Mundo, porque ocurre mucho y muy malo.

¿Cuáles podrían ser, en el mejor de los casos, las últimas muestras de la «vieja normalidad»? Personas que desobeceden impunemente las reglas de paseo de los niños o del running de los ¿deportistas?; ciudadanos que aplauden en los balcones a unos sanitarios a los que luego están matando de agotamiento porque su actitud irresponsable propaga nuevos contagios; funcionarios concretos que, en contraste con una inmensa mayoría implicada y con vocación de servicio, aprovechan la coyuntura para no trabajar ni teletrabajar; altos cargos y otros funcionarios que defienden con uñas y dientes el trabajo presencial o «calentamiento de silla», anteponiendo el cumplimiento del horario al de los objetivos; políticos que «nos permiten» utilizar los medios electrónicos, ojo, de momento solo para la contratación, después de dos meses de suspensión de plazos (la explicación menos malpensada que se me ocurre para esto es que estaban estudiando si el coronavirus era un virus informático, y que, una vez descartado, ya nos dejan utilizar los medios electrónicos)…

Para poder anticipar cómo será la nueva Administración que surge de la nueva normalidad es muy importante saber cómo debería ser esa nueva Administración, a fin de poder orientar nuestros esfuerzos para convertir la teoría en realidad. Planteado así parece difícil, pero podemos empezar por algo mucho más sencillo: identificar, a priori, nuestras mayores taras actuales, a fin de trabajar en pulir o directamente eliminar aquello que nos lastra, y fortalecer todos aquellos elementos y, sobre todo, personas, que a pesar de todo y contra viento y marea, mantienen a flote esto del servicio público. Pero, por encima de todo, lo más importante es entender qué demonios está ocurriendo ahora mismo en el Mundo, porque ocurre mucho y muy malo. Ante esto la Administración debe reaccionar. Como dijimos hace poco, «Al final todo forma parte de un mismo proyecto. Uno que ya debería estar implantado. El debate sobre la entrada en vigor de la Ley de procedimiento se ha convertido en ridículo. El coronavirus no ha dado ningún plazo que yo sepa. Ya venido y punto. Y aún no se ha ido por cierto; no entramos en la era pos-COVID, sino en la era con-COVID, una era que solo alguien muy poco inteligente puede defender que no debe ser telemática. Esta es la nueva normalidad, una normalidad «relativa», de convivencia con este y otros virus. Nos lo hemos ganado a pulso destruyendo el medio ambiente. En este escenario, la mejor arma para luchar contra todos los problemas que tenemos, todo lo malo que nos está pasando (no sólo el virus, sino también la ineficiencia, la corrupción, la crisis económica, la despoblación del mundo rural y la propia destrucción del planeta), es la actuación telemática: teletrabajar, teletramitar, tele reunirse, tele pagar, tele operar, tele comunicarse, tele firmar… Telecualquiercosa».

Por tanto, esta nueva era con-COVID (ojalá algún día podamos hablar de verdad de pos-COVID), es una era absolutamente telemática. Pero no sólo eso, ya que debemos mejorar en valores, en eficiencia (no ya reduciendo, sino eliminando directamente la burocracia), y en orientación de la Administración hacia el público. Teniendo en cuenta todo esto: ¿cómo debería ser la nueva Administración de la nueva normalidad? Lo podemos ver, de forma resumida, en la siguiente infografía:

La nueva normalidad
«Vieja normalidad» versus «nueva normalidad». Fuente: elaboración propia

 

En cuanto a la evolución del trabajo en las organizaciones públicas, uno de los aspectos más relevantes tal y como hemos visto en la imagen, es una cuestión que merece ser desarrollada en un comentario a parte. Para empezar, el trabajo por objetivos debe sustituir al sistema de fichaje. Trabajar por objetivos significa que evidentemente se han fijado esos objetivos. Que hay una estrategia, unos fines, unos valores… Solo alguien que no produce, alguien cuyo rendimiento es muy bajo, puede defender el mero presencialismo o “calentamiento de silla” por encima del desempeño por objetivos y su posterior medición. Una vez establecido el trabajo por objetivos, no debería haber ninguna diferencia entre el trabajo realizado por el trabajador con presencia física y el del trabajador a distancia. Esto tiene que ver, naturalmente, con la calidad del servicio, que mejorará en eficacia, eficiencia y tenderá a la excelencia. La forma de trabajar también cambiará, porque durante el confinamiento hemos aprendido a gestionar los asuntos a través de equipos de trabajo más que de departamentos. Cuando no existe el departamento físico es más difícil visualizarlo desde el trabajo en red. La jerarquía, por tanto, también pierde vigencia en favor de la horizontalidad, y quien sea capaz de liderar de forma colaborativa va a superar en mando, incluso sin pretenderlo, a los «jefes» tradicionales. Será además un mando natural, ganado desde el respeto, la capacidad de involucrar, las «habilidades blandas» (empezando por la capacidad de comunicación) y el buen ejemplo. En general, estas capacidades, pondrán en valor a los empleados públicos que las detenten (independientemente de su puesto de trabajo), y dejarán en evidencia a los que no las poseen, especialmente los menos adaptables y los que tienen dificultades con la tecnología. También veremos mayores oportunidades de movilidad y promoción, especialmente para los aludidos perfiles con buenas capacidades. Por último, la ética y los valores aparecerán como principios imprescindibles e inspiradores de toda actuación administrativa. Todo ello se puede resumir, a su vez, en la siguiente infografía:

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Evolución del trabajo. Fuente: C&D | Latam Business School

En resumen, una nueva realidad genera una nueva normalidad, y dentro de esa nueva normalidad surgirá una nueva Administración, una @nuevadmon, que no en vano es mi nick (o alias) en redes sociales desde hace diez años. También es mi planteamiento profesional desde hace veinte. Y es que llevamos dos décadas, dos, diciendo, escribiendo y, sobre todo, haciendo en esta línea. Ahora todo lo que anticipamos (no sólo yo, por supuesto, sino un buen número de personas) ya está aquí. El que avisa no es traidor.

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3 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Pablo dice:

    Que chorrada más grande, por favor no vuelvas a comparar una sociedad que es lo mejorcito que hay en este país como es la normalidad, que la mierda de Nueva anormalidad que tenemos
    La normalidad de siempre nos mostró el respetarnos los unos a los otros, a ser racionales y a ser respetuosos con los demás, ayudando a la gente a ser quien es ahora
    La nueva anormalidad nos enseña a ser más incultos, más insaciables, más irracionables y más mierda con la gente, a meternos de hostias a barrer y a una crisis mundial
    Dime tú cual es mejor ahora
    Yo como la demás ciudadanía estoy descontento con la nueva anormalidad

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