Derecho constitucional en las escuelas

El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona

(Aristóteles)

La amnistía es el tema del momento. Como toda cuestión mediática, es objeto de numerosas y variadas opiniones. La libertad de expresión es un derecho fundamental, eso ante todo. Es el derecho de todas las personas a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción (art. 20.1 de la Constitución). Es un derecho que además incluye:

  • La producción y creación literaria, artística, científica y técnica.
  • La libertad de cátedra.
  • Comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión.
  • El derecho de no ser molestado a causa de nuestras opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión (art. 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos).

Al igual que otros derechos importantes, no es absoluto o ilimitado, y por ejemplo tiene un límite en el respeto de otros derechos fundamentales, especialmente el derecho al honor y los derechos a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud, así como el de la infancia (art. 20.4 de la Constitución).

A pesar de que estamos muy de acuerdo con la frase de Umberto Eco, no es un límite en sí mismo a la libertad de expresión la incultura, ni la estupidez, ni el sesgo, salvo que la declaración en concreto infrinja de algún modo la ley, por ejemplo menoscabando alguno de los derechos mencionados. Sí podría ser un límite, pero no es fácil de demostrar, la manipulación. Este es un concepto más complejo de lo que parece, que podría asimilarse a un término de moda como es la desinformación. Como bien explica Daniel Anguiano Orozco, cuando aborda la diferencia entre misinformation y disinformation, «en español sólo tenemos un término para referirnos a estos conceptos, el de desinformación; pero las clasificaciones en inglés tienen importantes diferencias». Y así, «misinformation se refiere a la información falsa o incorrecta; mientras que el término disinformation se refiere a información que se de forma deliberada se emite con el objetivo de crear confusión o miedo entre la población». Dicho de otro modo, en el segundo subconcepto siempre hay mala fe, una especie de animus de manipular o condicionar el pensamiento de las personas, mientras que el primero, en su manifestación más liviana, podría ser un simple gazapo o error, el cual no obstante puede tener su efecto nocivo, por supuesto. Pero la casuística es mucho mayor. El propio Anguiano Orozco la sintetiza muy bien cuando lista los tipos de desinformación:

1. Contenido fabricado (fakenews): información completamente falsa.

2. Contenido manipulado: se trata de información genuina que ha sido distorsionada.

3. Contenido impostor: Se trata de la suplantación de fuentes genuinas.

4. Contenido engañoso: Información que genera dudas y es presentada como un hecho.

5. Contexto falso: Contenido fácticamente preciso combinado con información contextual falsa.

6. Sátira y parodia: historias humorísticas pero falsas que se hacen pasar por verdaderas. No hay intención de dañar, pero el público puede ser confundido.

7. Conexiones falsas: cuando los titulares, las imágenes o los subtítulos no respaldan el contenido.

8. Contenido patrocinado: publicidad o relaciones públicas disfrazadas de contenido editorial.

9. Propaganda: Contenidos utilizados para gestionar actitudes, valores y conocimientos.

10. Error: Información errada de manera involuntaria, pero que puede provocar confusión en la población.

En definitiva, no toda desinformación (de cualquier tipo) procede de un individuo interesado en manipular. También están los ignorantes bienintencionados, cuyo número no me atrevo a medir porque me muevo en la duda de si son muchísimos o por el contrario no son tantos, pero tienen un gran impacto, como es el caso de algunos influencers que empiezan hablando de moda o de fútbol pero cuando ya tienen millones de seguidores se atreven con la política, la ciencia o la religión. No se discute su sagrada libertad de expresión, faltaría más, pero quizá, como decíamos en «Zorra«, dicho derecho podría matizarse, sin perder un ápice de fuerza, con otros dos:

  • Derecho a ser una persona culta, o al menos a estar mínimamente informada.
  • Derecho a estar calladito. Y es que se puede hablar y opinar, pero también se puede, perfectamente, no opinar, al menos públicamente, sobre todo cuando uno opina por encima de sus posibilidades.

Podría añadirse el derecho y el deber de pensar por uno mismo, al margen de influencias poco científicas. Un pensamiento de calidad conlleva opiniones y reflexiones de calidad, se expresen en voz alta o no (algo que no es obligatorio).

Mejorar nuestra cultura como individuos supone automáticamente mejorar el nivel cultural de una sociedad. Una sociedad civil fuerte no es exactamente la que protesta o reivindica de manera constante y alocada, sino la que defiende sus derechos de una manera informada y asertiva, reconociendo al mismo tiempo la contrapartida de las obligaciones. En este sentido, hace tiempo que algunos venimos reclamando una asignatura de Derecho Constitucional básico en las propias escuelas. Saber cómo se organiza y funciona el Estado, cuáles son sus instituciones principales, conocer el principio de división de poderes, cómo se elaboran las normas, o el contenido y alcance de derechos fundamentales como precisamente la libertad de expresión o la de manifestación, no vendía nada mal a los jóvenes (y a la sociedad en general). A partir de ahí, se puede hilar más fino. Por ejemplo, ¿sabe usted la diferencia entre una amnistía, un indulto y una condonación? En un peldaño más elevado, el de la comprensión de la realidad (algo así como la compresión lectora de un texto), estaría el discernimiento del porqué, el cual muchas veces ayuda a entender el qué.

Otra propuesta, en este caso para una asignatura que ya existe como es Historia, es que en esta se explique de manera clara, y sin tendencias ni sesgos políticos ni ideológicos, qué es la democracia, el fascismo, el comunismo, el totalitarismo, la monarquía, la república, etc…

Y acabo pidiendo respeto a la ciudadanía, porque a la inmensa mayoría no nos gusta que nos tomen el pelo. Cada una de las comparecencias en los medios de cualquier responsable político es un nuevo insulto a la inteligencia. Algunas más que otras, claro, pero hasta en las más presentables subyace una cierta manipulación. O disinformation, como quieran. No es ético.

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2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Antonio Ager dice:

    Pues en el instituto tuvimos una parte de una asignatura de Historia (creo que en 3º de BUP) en la que analizamos la Constitución y los artículos más importantes. E incluso recuerdo que cayó una pregunta en la que debíamos desarrollar algunos de los derechos que se reconocen en ella. Retomé el texto de la CE que dieron a mi padre antes de la votación a favor de la misma (tipo cuadernillo) que subrayé y me sirvió como «piedra de toque» y consulta necesaria durante primero de carrera. Tan maleado estaba que hube de adquirir otra de Civitas para memorizar su texto durante la preparación de las oposiciones.
    Ojalá se estudiara la Constitución española en las aulas.

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