La innovación como elemento amplificador del talento

En no pocas ocasiones hablamos del talento en el sector público. Todos lo tenemos. Pero, al mismo tiempo, no todo el mundo lo tiene en el mismo grado. Esto es un hecho que debemos asumir con naturalidad y sin problemas de orgullo.

En la presente entrada vamos a demostrar que la innovación es un complemento natural del talento. Lo amplifica, lo potencia. Y como en otras ocasiones utilizaremos la analogía deporte – Administración. Veamos algunos ejemplos increíbles de cómo la innovación ha convertido a buenos deportistas en súper élite.

Fosbury Flop (estilo Fosbury). Potencialmente, Dick Fosbury era un joven saltador de altura y atleta de nivel promedio, obviamente aceptable pero con una proyección muy alejada de los mejores del mundo. Dick empezó a experimentar con una nueva técnica, más tarde llamada Fosbury Flop, a la temprana edad de 16 años, cuando aún asistía a la escuela secundaria. Su motivación era sencilla: encontraba demasiado difíciles los estilos que entonces se utilizaban para ejecutar el salto, tales como el rodillo ventral, el rodillo occidental o el estilo tijera. Con este planteamiento tan lógico desarrolló su conocida técnica que realmente no hace falta explicar porque es la que vemos todos siempre en las competiciones de atletismo. Pero en su momento representó un avance extraordinario. Supuso una increíble innovación biomecánica que permitía ganar muchos centímetros de altura. Siendo aún estudiante universitario, Fosbury quedó campeón en los Juegos Olímpicos de México 1968, estableciendo un nuevo récord olímpico con 2,24 metros y sorprendiendo al mundo al utilizar una extraña técnica que nadie había visto hasta el momento.

Evolución de los estilos de salto de altura hasta la revolución de Fosbury. Otros saltaron mucho más que él con su propio estilo, pero siempre tendrá el mérito de haberlo inventado (además de una medalla de oro olímpica)

Pero, como bien sabemos, no hay caminos de rosas para los innovadores. En 1984 hizo unas declaraciones en las que confesaba que «la popularidad actual de mi estilo es un premio maravilloso a cuanto tuve que aguantar al principio con un estilo que no gustaba a nadie. El salto de espaldas ya lo practicaba en el instituto y todos se reían y burlaban de mí, considerándome un chiflado y algunos como un snob por salirme de las normas conocidas. Tuve críticas muy fuertes de algunos entrenadores… Hasta que gané en México 1968, pasando de repente a la categoría de héroe». ​

De hecho se quedó corto el bueno de Fosbury a la hora de recordar las críticas que sufrió, porque se prolongaron incluso después de su éxito. Es un hecho que, hasta la aplicación de la nueva técnica, el salto de altura no necesitaba de colchones para amortiguar la caída. Sólo un poco de arena era suficiente. Para algunos este fue un cambio que degeneró la competición. El solo hecho de caer de cabeza o espalda hizo que dejase de ser «aplicable en cualquier entorno», como sí lo es por ejemplo la prueba de 100 metros lisos. Desde la aplicación de esta técnica el salto en altura perdió el elemento, digamos, «popular», no siendo accesible a todos los públicos sin la debida infraestructura. Las críticas se completaron, de manera probablemente malintencionada, afirmando que el salto de altura se había convertido en un deporte elitista, imposible de practicar por los niños en las escuelas. En cualquier caso, una vez todos los atletas empezaron a utilizar su técnica, Dick Fosbury se retiró tras ni siquiera lograr la clasificación para ir a los Juegos Olímpicos de Múnich 1972, y pese a ser muy joven aún. Esto significa que muy probablemente no era el saltador más dotado de su época, pero gracias a su gran innovación consiguió ser nada menos que campeón olímpico, además de que cambió para siempre la forma de entender el salto de altura inaugurando una nueva era.

El saque de Serena Williams. Palabras mayores. Hablamos de la mayor arma de la mejor tenista de todos los tiempos. Si uno no sabe de tenis (ni de física en general), puede pensar que Serena Williams era capaz de sacar a 200 km/h con enorme precisión gracias a su importante masa muscular. Lo cierto es que nada o casi nada tiene que ver la fuerza física con la fuerza de golpeo. Siempre se habla de que el saque es precisamente el punto débil del gran Rafa Nadal (el punto débil dentro de su fantástico nivel, entiéndase), y sin embargo su brazo izquierdo es tremendamente musculoso. La conclusión es que es una cuestión de pura técnica. Steffi Graf, otra de las mejores tenistas de siempre, ha elogiado en ocasiones el saque de Serena: “Es su gran arma. Creo que es el arma más grande que ha habido nunca en el tenis. Su saque es fenomenal. Ella tiene mucha fuerza y potencia. Y también por la variedad. Su primer saque y su saque liftado son formidables». Sea como fuere, Serena Williams perfeccionó hasta tal punto el tipo de golpe más repetido en el tenis, que era capaz de decantar la balanza contra otras grandes jugadoras incluso cuando no estaba inspirada en el juego, porque su gran arma en palabras de Steffi, el saque, nunca le iba a fallar. “Jugaba contra Serena y yo tenía punto de partido. Ella me hizo un ‘ace’ y casi no vi la bola. Es imposible devolver una pelota que no ves. Es una de las mejores sacadoras, pero no es sólo porque saque bien, es porque saca bien en los puntos importantes, y en eso no la puedes comparar con nadie. Es su gran ventaja” (Svetlana Kuznetsova).

Bañadores de lycra. Situémonos en el mapa político de la Europa del siglo XX, allá por 1974. Vamos al oeste. La República Democrática Alemana era un país especialmente interesado en destacar en las competiciones deportivas. Su historia está repleta de luces y sombras, pero es justo reconocer que en la citada fecha revolucionó el mundo del deporte dándole un uso desconocido a esta tecnología textil. Los bañadores de lycra eran algo absolutamente inédito y novedoso a nivel internacional, y fueron los alemanes del este los primeros en vestirlos. Su capacidad para ajustarse al cuerpo los convirtió en un arma mortal en las competiciones deportivas, sobre todo en las acuáticas. Al recoger bastante menos agua que los bañadores de algodón y otros tejidos, proporcionó una ventaja considerable a los alemanes, que con su segunda piel casi impermeable penetraban en el agua como un pez espada. Los estadounidenses, probablemente los grandes perjudicados, pusieron el grito en el cielo. Llegaron a solicitar la retirada de los bañadores de lycra, sin éxito, pues no había ningún material del que pudieran estar hechos los bañadores que estuviera prohibido por el reglamento. Finalmente no tuvieron más remedio que aceptar lo evidente y unirse al enemigo. Desde entonces la lycra es un elemento omnipresente no solo en natación, sino casi en cualquier deporte.

«Sky Hook». El gancho, un tipo de tiro en baloncesto, existía casi desde sus inicios. Pero se convirtió en arte con la llegada de Lew Alcindor, quien más tarde cambió su nombre a Kareem Abdul-Jabbar, que era capaz de ejecutarlo de una manera que directamente impedía a sus defensores la posibilidad de neutralizarlo. Para empezar, la envergadura del jugador era impresionante, máxime en los 70 y 80, décadas en las que destacó, donde muy pocos jugadores se acercaban a su tamaño. Perfeccionó esa técnica porque, como él mismo decía, “es el único lanzamiento que puedo realizar sin ser golpeado en la cara”. Sus brazos larguísimos, que se elevaban muy por encima de su ya extraordinaria estatura de 2,18 metros, le permitieron lanzar de esta manera a mucha mayor distancia que otros jugadores.

Intenta llegar hasta el balón

Este maravilloso tiro, aderezado con un toque final de muñeca, fue denominado «Sky Hook» («gancho desde el cielo»), en el cual aprovechaba al máximo toda su estatura y envergadura para sacar el balón con el brazo completamente estirado perpendicular a la canasta, lanzamiento que se producía prácticamente de arriba abajo y en ocasiones desde 5 metros de distancia, siendo por este motivo casi imposible de taponar. Y todo ello con un porcentaje de acierto muy por encima del 50% incluso en situaciones de mucha tensión competitiva, por lo que era un gran recurso táctico para sus entrenadores de cara a los finales de partido apretados.  

Hiroji Satoh: «la fiesta de la espuma». Este es probablemente el ejemplo más claro de potenciación extrema de un talento inicial escaso, ya que en otros ejemplos utilizados, como el de Serena Williams o el propio Kareem Abdul-Jabbar, esos deportistas también habrían sido exitosos sin la innovación (aunque en menor grado). Sin embargo, Satoh era incluso mucho menos talentoso que Fosbury. De hecho era el peor jugador del equipo japonés de tenis de mesa. ¡Pero acabó convirtiéndose en campeón mundial! ¿Cómo? Se le ocurrió la loca idea de agregar espuma a su pala, lo que le permitía cambiar la trayectoria de la pelota generando muchas dificultades a sus rivales. Así obtuvo un gran palmarés. De 1952 a 1953 ganó dos medallas en individuales y por equipos en los Campeonatos Mundiales de Tenis de Mesa, además de cuatro medallas en los Campeonatos Asiáticos de Tenis de Mesa. Con una historia muy similar a la de Fosbury, Hiroji ha pasado a la historia por ser la primera persona en usar una esponja en su raqueta, una característica común a todas las raquetas de tenis de mesa modernas. Como en el caso del saltador, cuando la innovación se generalizó empezó a perder su ventaja, ya que realmente él no era un gran talento. ¡Pero sí un gran innovador! También recibió críticas, claro. En su momento, hubo quien interpretó que este avance tecnológico le dio una ventaja injusta, y quizá sea en parte cierto, pero debemos concederle ese mérito, incluso esa ventaja inicial, a quien innova. En todo caso no es nada comparable al motor de la bicicleta del tramposo Armstrong. Sea como fuere, Satoh debe ser considerado el padre del tenis de mesa moderno, y a él se debe en buena parte la popularidad y espectacularidad actual de este deporte.

Accesorios para no acabar gravemente lesionado. Acabamos con una mención especial a todos aquellos pequeños inventos que no dejan de ser meros elementos de protección que, estrictamente, no potencian el talento, si bien es cierto que evitan gravísimas lesiones que, antes de su uso, se producían. Hablamos de cientos de complementos en la indumentaria y la logística presentes hoy en día en las diferentes pruebas, tales como colchonetas, protectores en canastas y porterías, todo tipo de cascos, almohadillados en la ropa, máscaras para proteger una nariz rota, gafas como las del propio Kareem para proteger los ojos, además de todo tipo de tobilleras, rodilleras, coderas, muñequeras, espinilleras, etc… En cierto modo estos accesorios también mejoran el rendimiento (dan seguridad a quien los lleva), pero sobre todo evitan males mayores. En todo caso, el talento es una modalidad de inteligencia, y desde luego no parece muy inteligente poner en peligro la salud, incluso la vida, por participar en una competición. El deporte es importante, pero no tanto. Siguiendo la analogía con la Administración, a esto le podríamos llamar «prevención de riesgos laborales».

Esta era la cara de un portero de hockey (Terry Sawchuck) antes de la invención de los cascos con máscaras, 1966

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