10 jugarretas veraniegas en/de la Administración

Ecuador de agosto. Difícil imaginar un momento más tranquilo y relajado en la Administración. ¡Pero cuidado! El fraude y la maldad no descansan. A continuación listamos las 10 fechorías, trampas y vilezas más frecuentes en estas fechas, cuyos autores se puede decir que actúan, en el sentido penal de los términos, con nocturnidad y alevosía. O como estudiamos algunos en la carrera, con «premeditación, nocturnidad, alevosía y en despoblado».

1. Nombramientos accidentales con consecuencias accidentadas

Vaya por delante que estamos absolutamente a favor de la figura de la delegación, ya que de lo contrario prácticamente nadie podría disfrutar de sus vacaciones, en especial las personas responsables de emitir resoluciones y de gestionar departamentos o servicios. No obstante, se produce un peligro evidente cuando el empleado o autoridad «delegado» tiene la insana intención de aprovechar sus días de poder para encaminar determinado expediente o gestión hacia un lugar apartado del interés general. Otras veces, sin mala voluntad, es la mera negligencia o falta de preparación la que puede causar el desaguisado. La parte buena es que, normalmente, en septiembre se puede resolver (en todos los sentidos de la palabra).

2. Convocatorias que «cumplen» los principios de publicidad y concurrencia

Los cumplen pero no los cumplen. Este es uno de esos casos en los que la situación de facto no concuerda con el cumplimiento de la legalidad formal, el cual sería inatacable. Como dijimos en Calendario de la corrupción, agosto es un «mes peligrosísimo. Nadie comprueba los diferentes boletines, y sin embargo se publican cosas importantes: convocatorias de procesos selectivos, de subvenciones, concursos de contratos públicos… Curiosamente hay quien se entera, e incluso presenta la documentación el primer día del plazo. Pero luego llega septiembre y ya han transcurrido los plazos para los que están menos atentos (o menos relacionados). Y claro, la concurrencia es mucho menor. Todo formalmente legal pero con la sensación de que ahí ha pasado algo.»

3. Más tiempo libre para maquinar

A saber lo que pueden urdir en sus mentes maquiavélicas algunas personas cuando disponen de tiempo y malas intenciones en grandes dosis. Podrían disfrutar del verano, caray, como todo el mundo. Pero la mente malvada nunca descansa, y en septiembre es muy probable que regresen con las pilas cargadas y un nuevo plan para dominar el mundo.

«Disfrutad de las vacaciones, he he he». Imagen: Lord Voldemort, personaje ficticio y principal antagonista de la serie de novelas y películas de Harry Potter, interpretado en el cine por el gran actor Ralph Fiennes

4. Pequeños hurtos

Cuatro gatos solitos en la oficina (o quizá mapaches), muchas sillas vacías y escasa o ninguna vigilancia. En septiembre habrá que reponer una buena cantidad de folios, material de oficina y, en el peor de los casos, algún equipo informático.

5. Atención ciudadana muy deficiente

El «vuelva usted en septiembre» es sin duda una variante, no menos lamentable, del conocido «vuelva usted mañana». Informar de que determinada petición de una persona legítimamente interesada no puede ser atendida hasta septiembre, sin ni siquiera llegar a orientar sobre el asunto, no deja de ser un pésimo servicio a la ciudadanía. Agosto no es inhábil. No se deberían paralizar, y ni siquiera ralentizar, los servicios públicos ni la tramitación administrativa.

6. Bajo rendimiento

Siendo honestos, en agosto no se espera ningún pico de productividad. Nadie alcanza su mejor rendimiento con tanto calor, eso no se puede debatir. Tampoco contribuye al avance y la eficiencia que la mayoría de equipos de trabajo se encuentren incompletos. Pero faena que hacer y que se pueda hacer, la hay. Y es que ni las anteriores circunstancias, ni ninguna otra, se puede convertir en una excusa para trabajar por debajo de ese nivel conocido como «medio gas». En los casos más flagrantes, algunos empleados se convierten en estas fechas en verdaderas máquinas de computar horas vacías, amparados en la lejanía del control, como si fueran menores de edad que solo son capaces de mover un dedo cuando se lo ordena un adulto. Por supuesto, el trabajo por objetivos acabaría con estas muestras de vagancia. Y finalizo con una afirmación que no debería ser necesario pronunciar: «agosto es un mes de vacaciones solo para el que tiene vacaciones en agosto».

7. ¿Ahorro energético?

Y hablando de calor… Es más que comprensible, por una cuestión básica de salud, que se conecten los aparatos de aire acondicionado de la oficina para asegurar el bienestar de los empleados. El problema es que, si la presencia en los edificios públicos no alcanza ni un tercio de la habitual, el sistema de climatización no suele estar diseñado para funcionar por debajo del 100%. Dicho de otra manera; dicho sistema suele estar centralizado y, salvo en algunos despachos que existe un aparato independiente, lo más habitual es que si se conecta refrigere todo el edificio, incluidas las alas vacías. Cuando el sistema solo permite «encendido» o «apagado», corremos incluso el riesgo de que el último empleado en abandonar el edificio se lo deje encendido un viernes a última hora. Sea como fuere, es un hecho que en agosto se malgasta mucha luz que no aprovecha a nadie. Una solución sería agrupar a todos los empleados en unas pocas oficinas que tuvieran refrigeración independiente, abandonando ya la vieja idea de que «mi silla es mi silla». ¿Qué más da la silla? Conecta tu portátil donde quieras. Pero sobre todo, y por encima de la aportación anterior, lo cierto es que, asegurados los servicios mínimos presenciales (en especial la aludida atención ciudadana), agosto es un mes ideal para el teletrabajo.

8. Escasa desconexión

Compañero/a, que tú estés trabajando y yo de vacaciones no te da derecho a comunicarte conmigo como si estuviéramos en circunstancias normales. Esta sería una regla general que por supuesto admite excepciones, porque algunos ejercemos altos cargos que conllevan una mayor responsabilidad y, por tanto, disponibilidad. Pero eso no equivale a estar trabajando. De hecho, incluso durante el resto del año debemos diferenciar el horario de trabajo (si es que eso aún existe) del horario de disponibilidad. Lo cierto es que por algo existe la figura de la delegación, ya mencionada, que bien ejercida es altamente funcional. Por último, una organización que funciona medianamente bien tiene repartidas sus tareas de tal forma que ninguna de ellas depende exclusivamente de una sola persona. De este modo evitaríamos también el «vuelva usted en septiembre» al que nos referíamos. No puede ser que un asunto que para una persona es urgente a principios de agosto, deba esperar a principios de septiembre para ser solucionada por el único empleado que puede encargarse de eso. Mal servicio.

9. Demasiada desconexión

El extremo opuesto. Un mes entero de vacaciones, disfrutado de forma completa e intensa, es bastante y suficiente. La desconexión es un concepto mental, y no tanto tecnológico. Cuando la desconexión que experimenta el trabajador es total y absoluta, regresa con una especie de jet lag o fuerte desorientación que en algunos casos puede derivar en el temible síndrome postvacacional. Por eso recomendamos practicar un descanso activo, de modo que luego el regreso no sea un trauma. Creo que el error es identificar nuestra vida personal con las vacaciones. Todos tenemos aficiones, y sería tirar once meses a la basura si en el cerebro solo activamos el “modo ocio” en verano, porque ir al cine, hacer deporte o incluso con ciertas limitaciones viajar, nos apetece y lo podemos hacer cualquier mes. 

10. ¡Sorpresa!

Un servidor no es nada dado a rumores y cotilleos, y menos en una organización, porque cuando la comunicación informal (que, ojo, debe existir) supera con creces la capacidad que tiene la dirección para comunicar formalmente (cauce oficial), el desmadre está servido. Y también los malentendidos. Una noticia de cierto impacto, sea cierta o no, nos puede sorprender en cualquier momento del año, pero obviamente cuando uno lleva varias semanas desconectado aumentan las posibilidades de que en ese tiempo haya ocurrido algo importante con lo que probablemente tendrá que lidiar. En estos casos, ¿preferiríais que os hubieran llamado antes o quizá siga siendo mejor, después de todo, afrontar lo que sea una vez ya incorporados?

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