“Treinta días trae noviembre, con abril, junio y septiembre. De veintiocho solo hay uno, y los demás treinta y uno”.
(Popular)
¿Existen fechas más propicias que otras para cometer ilegalidades? Pues la teoría dice que no, pero la estadística demuestra todo lo contrario. Como siempre nos centramos especialmente en la Administración Local.

Enero
La semana del 1 al 6 es menos inofensiva de lo que parece. Esta es una semana de resaca administrativa, que después del frenesí de fin de año nos coge a todos agotados. Pero tiene un cierto peligro, porque podría ser aprovechada por algún oportunista. Si superamos este trance podemos decir que el año comienza más o menos encarrilado.
Febrero
Al menos es más corto. Eso supone menos tiempo para hacer barbaridades.
Marzo
Mes intenso. La Administración empieza a desperezarse. Todo se mueve, y claro: si se mueve lo bueno, también se mueve lo malo. Y ojo que «Cuando marzo mayea, mayo marcea».
Abril
Cada cuatro años se celebran elecciones y son o suelen ser en mayo. Si nos encontramos en un abril pre-electoral, con toda seguridad será una locura. Las reglas del juego se dispersan, porque cualquier responsabilidad que pudiera ocasionar una mala actuación administrativa se percibe como una consecuencia lejana, que en el mejor de los casos nos cogerá gobernando y en el peor afectará al nuevo Gobierno, que se la comerá con patatas, lo cual tampoco está tan mal.
Mayo
Siguiendo la reflexión anterior, si estamos en uno de esos años la gestión queda paralizada. Quede claro que trabajo hay, y mucho, sobre todo para el equipo de empleados públicos que se encarga de gestionar el proceso electoral, pero nuevos proyectos ninguno (hasta después de verano). Por otra parte, si se trata de un año no electoral, nuestra experiencia es que el mes de mayo no presenta ninguna especialidad, pudiendo ser hasta tranquilo. Lo cual tampoco es exactamente bueno, porque la Administración es de todo menos tranquila, y cuanto más confiado estás es cuando más impacto tiene lo inesperado.
Junio
Empieza a notarse el calor. Esto hace que nos cansemos más y bajemos la guardia. De junio temo esos trámites o actuaciones que aparecen en el correo o en la bandeja de tareas en momentos de hipotético descanso, como el viernes a las 15:05. Que espere al lunes a las 8h, pensarán algunos… ¡Ya, pero es que en el asunto pone «URGENTE»!
Julio
Atención, se avecinan las fiestas populares. La (presunta) diversión de la gente parece que lo justifica todo. Y no seré yo quien diga que no hay que pasarlo bien, pero queda claro que el mundo del espectáculo tiene unas reglas distintas que poco o nada encajan con el Derecho Administrativo. Y eso que en la Ley de Contratos se justifica la adjudicación directa del «servicio» de interpretación artística (¿valdría para cualquier artista o grupo?). A partir de ahí, entiendo que un artista quiera cobrar por adelantado. Pero su representante también tendría que entender que la Administración no puede adelantar el dinero antes de recibir el servicio. La ley simplemente no lo permite.
El 31 de julio merece comentario a parte. Este es un día tenso, sin llegar al extremo del 31 de diciembre, pero francamente ajetreado. Se trabaja en la creencia de que agosto es un mes que no existe (¡craso error como veremos!), con el consiguiente estrés y, a los efectos que nos interesan, un importante aumento de las posibilidades de que se cuele alguna corruptela que ante tal avalancha podría pasar desaperciba.
Agosto
Mes peligrosísimo. Nadie comprueba los diferentes boletines, y sin embargo se publican cosas importantes: convocatorias de procesos selectivos, de subvenciones, concursos de contratos públicos… Curiosamente hay quien se entera, e incluso presenta la documentación el primer día del plazo. Pero luego llega septiembre y ya han transcurrido los plazos para los que están menos atentos (o menos relacionados). Y claro, la concurrencia es mucho menor. Todo formalmente legal pero con la sensación de que ahí ha pasado algo.
Septiembre
La vuelta al cole. El inicio de mes se parece mucho a los primeros días del año, ya comentados. Si no estamos rápidos de reflejos podrían vendernos gato por liebre o meternos un gol. Pasan los días y todo vuelve a la normalidad: desaparecen los síndromes postvacacionales (nunca he entendido esto, la verdad) y cada mochuelo se posa en su olivo.
Octubre
En este mes pasa una cosa buena: la rendición de la cuenta general al Tribunal de Cuentas debe realizarse antes del día 15 de octubre de cada año. Suponemos pues que el órgano de fiscalización externa hace su trabajo.
Noviembre
Calma tensa. Lo peor es al principio y al final. Empezamos con el día de los muertos y acabamos con olor a diciembre. Personalmente no me agrada ninguna de las dos sensaciones.
Diciembre
Este es un mes muy estresante. Y muy económico, porque finaliza el ejercicio presupuestario (en algunas leyes «la anualidad») y deben ejecutarse todas las partidas, lo cual provoca en algunos casos imputaciones de gastos de las maneras más estrambóticas que podamos imaginar.
Conforme avanza el mes nos damos cuenta de que aún estamos peleando con el cierre del actual ejercicio y ya hay que aprobar los nuevos Presupuestos. Los últimos días del mes y especialmente el día 31 son una auténtica locura. Algo equivalente al fin del mundo. Todo lo que no se haga ese día es como si ya no hubiera oportunidad de hacerlo nunca. Se trabaja a destajo, con estrés, y en ocasiones con dudosa legalidad. Todo tiene que entrar dentro del ejercicio, aunque sea con calzador. «La culpa la tiene la administración electrónica», dicen algunos, porque no permite crear documentos en enero o febrero con fecha de 31 de diciembre del año anterior. Desgarrador. Las uvas nos sentarán mal.
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Ara et diria d’algunes administrcions on es compra, i de qualsevol manera qualsevol cosa amb la única finalitat que la partida presupostària s’esgoti… octubre, novembre i desembre…
Envia’m-ho al febrer però la factura amb data 31 de desembre….
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