“Cuanto más grande es el caos, más cerca está la solución”. (Proverbio)
Parece que nuestro artículo «Estado actual en la implantación de la administración electrónica en España. Debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades» («El Derecho Local», 23 de julio de 2020), está recibiendo un importante número de visitas. Dentro de ese DAFO, una de las Amenazas principales, más real de lo que piensan algunos, es la que pone en duda la propia supervivencia de la Administración…
¿Tiene asegurada su existencia la Administración?
Ésta es una amenaza que deberíamos tomar muy en serio. En un momento de la Historia en el que nada es seguro, no deberíamos dar por segura, tampoco, la existencia de la Administración. Al menos no de la manera en la que la hemos conocido.
A estas alturas ha quedado sobradamente demostrado que los cambios no dependen solamente de que entren en vigor unas cuantas leyes, por muy importantes que sean. Habrá quien considere esta afirmación exagerada o excesivamente alarmista, pero si la Administración no cambia está prácticamente muerta, al menos una parte de lo que hoy en día es la Administración. ¿Estamos preparados para “la competencia”? Blockchain (sobre todo); IA (inteligencia artificial), algoritmos, robótica, y su fase avanzada, machine learning; toda una nueva generación de herramientas y certificados que revestirán los datos y documentos de absoluta fehaciencia electrónica; diferentes servivios cloud (nube); la utilización inteligente de ese oro puro que se llama big data; distintos lobbies, empresas sociales y otras entidades más que aptas para la colaboración en el servicio público… Sea como fuere, ya existen tecnologías basadas en evidencias de datos almacenados en servidores más seguros que los nuestros que quitarán todo el sentido a ese familiar suplicio de tener que tramitar papeles. En definitiva habrá competencia, concurrencia, como en otros sectores, y la Administración no parece muy competitiva, la verdad, para el caso de que tenga que competir.
Pero si la Administración mejora, se reorganiza, se actualiza, evitará destino fatal. Eso sí, la tendencia apunta a que en el medio plazo, y aun haciéndolo todo bien, la Administración tal y como la conocemos morirá… Desaparecerá por lo menos en cuanto a su faceta burocrática de emisión de permisos, certificados y registros. No se trata de una privatización, sino de una evolución. También de una europeización. En este sentido parece claro que el modelo anglosajón (o abierto) de administración pública encaja mejor en la modernidad y en el Derecho europeo que el continental (o burocrático), en el sentido de que lo importante del servicio público no es tanto quién lo preste, sino que se preste. Es por esto que, por influencia de Europa, nuestro Derecho Administrativo clásico ha evolucionado a un Derecho Público o del sector público mucho más coherente con la complejidad real de los sujetos involucrados en su prestación.
Precisamente es en este importante espectro de su actividad, el de los servicios públicos, en el que debe centrarse la Administración, especialmente en los asistenciales y en todo lo que tenga que ver con los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible). ¿Lo conseguirá? La Administración debe potenciar sus puntos fuertes (sanidad, igualdad, servicios sociales, promoción económica, atención al público, promoción del deporte, asistencia a los sectores más necesitados, protección del medio ambiente…), y no insistir en el monopolio de la emisión de unos permisos matasellados que en realidad una persona no debería tener que solicitar.
Por esto siempre decimos que el futuro posible de la Administración, el único futuro en realidad, es la administración electrónica. Porque ya hemos visto que el objetivo último de la misma es “mejorar los servicios públicos y los procesos democráticos”. Es un medio para un fin, cabe subrayar su instrumentalidad, pero no es un fin del que nos podamos apartar, legítimamente, en este momento.
Todo está cambiando. La Administración, como el resto de actores de lo público y de lo privado, deberá encontrar su lugar en un mundo post pandemia. Si la Administración verdaderamente se está transformando, tendrá que demostrar que esa transformación ha sido “para mejor”, y que sigue siendo útil, ya bien sea como reguladora, como proveedora, como facilitadora o como aseguradora de nuestros derechos y nuestro bienestar. De otra manera quedará deslegitimada, porque la sociedad dirá sí a los servicios básicos (sanitarios, sociales, asistenciales) y, asegurados estos, a los que son propios del Estado de bienestar (ocio, cultura, medio ambiente, deporte), pero dirá que no, con toda seguridad, a la innecesaria burocracia.
Epílogo…
Las amenazas pueden volver, y es nuestra obligación y nuestra responsabilidad estar preparados. Pero no lo estaremos si seguimos poniendo el acento en la burocracia superflua, tanto organizativa como procedimental, ni manteniendo una cultura administrativa basada en el papel y en el presentismo. El camino es un funcionamiento ágil, electrónico, telemático, eficaz y eficiente; acompañado de un procedimiento simple (o simplificado), telemático, accesible, transparente y, en ocasiones, inexistente. El camino es la puesta en valor de servicios públicos indispensables como los sanitarios, los asistenciales y los medioambientales. Esta es la Administración que sobrevivirá, eficiente, sostenible y servicial. Esta sí. Aún falta para que lleguemos ahí pero si no lo hacemos se caerá en la deslegitimación, primero, y después, como decíamos, en la desaparición. La crisis del coronavirus es una desgracia terrible, pero aprovechemos la oportunidad. Manos a la obra.
“La mejor manera de hacer algo es dejar de hablar de ello y empezar a hacerlo”. (Walt Disney)
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Personalmente estoy completamente de acuerdo con el hecho de que la administración no tiene garantizada su existencia tal y como la conocemos, sino que evolucionará. Es más, creo que so hay que hablar en futuro, ya que se encuentra en evolución en el presente.