El «método Thanos» para la reducción de la burocracia

La verdadera administración electrónica pasa por la simplificación y la automatización de los procedimientos (si pensaban que esto iba de un simple cambio de formato es bueno que se percaten cuanto antes de que esa creencia es totalmente errónea). Sin simplificación y automatización no hay procedimiento electrónico. Hoy hablaremos de la primera.

En mi Ayuntamiento actual abordamos la reingeniería de procesos como previa a la implantación del procedimiento electrónico (en mi caso por enésima vez pero con la misma ilusión que hace quince años). Mis consignas fueron claras en una de las últimas reuniones: debemos describir cada uno de los ítems o pasos legales de cada procedimiento para obtener el work flow, pero ojo, al lado de cada trámite o documento que pongamos debe aparecer el precepto normativo que lo exige. Si no encontramos dicho precepto es porque no existe, y en consecuencia el trámite o documento será automáticamente eliminado. Y si lo impone una ordenanza es muy probable que lo que haya que eliminar es el artículo de la ordenanza, si no la ordenanza completa, que algunas tienen 30 años, o al menos actualizarla.

Quizá alguno se esté santiguando en este momento, pero para su tranquilidad les diré que es la propia Ley la que exige que no exijamos trámites que no están en ninguna Ley (amplíese al resto de normas). Es el momento de las declaraciones responsables y del uso de las plataformas de intermediación de datos, pero resulta sorprendente con qué desparpajo se ignoran en la Administración los conceptos básicos de la interoperabilidad. Siempre me ha llamado la atención lo poco legalistas que son algunos legalistas, ustedes ya me entienden…

Hace poco Gerardo Bustos verbalizaba esta misma problemática en su excelente comentario «Tenemos un problema de sobrepeso burocrático«, manifestando una opinión (en realidad haciéndose eco de una realidad) que, sin cambiar ni una coma, es exactamente la nuestra: «la burocracia se debe a excesos de celo, a tapadera de la inseguridad o al mero ejercicio del poder. En cualquier caso, una alfombra de prepotencia administrativa que sobrevive por la sumisión del otro lado, por miedo a que la protesta frente al exceso burocrático provoque una paralización mayor de la gestión en trámite»; y que, en definitiva «el proceso de transformación digital debe ser el momento en el que se lleve a cabo una poda racional de la maraña burocrática».

Es al hilo de esta última reflexión cuando yo me pregunté: ¿sería posible eliminar al menos la mitad de la burocracia de nuestros procedimientos administrativos? Sí, lo han leído bien: lo que proponemos es coger los actuales procesos, pasarlos a tijera, y dejar el número de trámites y documentos exigidos en la mitad o menos.

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Thanos. La imagen pertenece a la película Avengers: Infinity War (2018). Como puede observarse porta el llamado guantelete del infinito, que le convierte en omnipotente, y con el que borra la mitad de los seres vivos del universo

Dicen que después de un año desde el estreno de una película ya no se le puede acusar a uno de «spoilear» el argumento, por lo que no creo que nadie se sorprenda (unos por archisabido y otros por simple indiferencia) ante la revelación de que en Avengers: Infinity War Thanos, uno de los mayores villanos del universo Marvel, finalmente consiguió reducir la población del Universo a exactamente a la mitad mediante un poderoso chasquido mágico, un proceso descrito de manera muy bien razonada científicamente por Arturo Quirantes aquí.

Bien, alguno ya se habrá imaginado un servicio público dirigido a la mitad de los ciudadanos. O quizá prestado por la mitad de los funcionarios, pero quién sabe si por el método aleatorio del chasquido quizá sobrevivan, por caprichos del destino, todos los burócratas… Pero en cambio desaparecen todos los médicos, que también son empleados públicos, lo cual sería infinitamente peor. Bromas a parte, porque evidentemente no es nuestro deseo que desaparezca nadie, no imaginamos un mundo con la mitad de las personas, pero sí con la mitad o menos de los documentos. Documentos que formarían parte de expedientes compuestos por la mitad o menos de trámites. Y quizá, aunque no sabemos si ya es mucho pedir, se pudieran reducir los mismísimos expedientes también a la mitad.

Y esta parte no es una broma, porque en el fondo es exactamente lo que tenemos que hacer ahora, en la fase de reingeniería de procedimientos. Y cuando los trámites sean muchos menos, entonces y no antes, será el momento de automatizarlos.

Y todo ello si no queremos queremos morir enterrados en nuestros propios papeles, y no tanto porque sean papeles y no documentos electrónicos (que también), sino porque tal concepción del sistema supone una indigna exaltación de la ineficacia y la ineficiencia, del mal servicio público, de la sinrazón burocrática, del incumplimiento de leyes importantes por temor a infringir normas de tercera división, y en definitiva de esa prepotencia a la que se refería Gerardo, la de algunos funcionarios quijotescos (que ven gigantes donde hay molinos), tan perturbados como el personaje de Cervantes pero con mucho menos carisma.

Esa prepotencia es del todo inaceptable. Y es que muchos ya habréis asistido, supongo que estupefactos, al bochornoso espectáculo de la tramitación de revisiones de oficio contra facturas de 40 euros. Por supuesto con aval jurisprudencial, no se crean que no estoy al tanto, «una vez superada la doctrina del enriquecimiento injusto». Bien, pero mi aval nunca lo tendrá nadie que defienda que la solución a un problema de 40 euros es tramitar un expediente que tarda unos 6 meses y que le cuesta al sistema al menos unos 5.000 euros (calculables). No es la primera vez que hablamos de este tema. ¿Y todo por «defender la legalidad»? Pues tengo noticias: tal manera de proceder no es legal, ni siquiera en la realidad paralela en la que viven algunos. Y ni mi aval ni mi complicidad a su hipocresía la tendrán los compañeros, por llamarlos de alguna manera, que fingen que apoyan mi protesta contra el tristemente famoso certificado de pernocta del INAP (un documento que es el paradigma de todo cuanto se debería suprimir), pero luego se lo comen con patatas al tiempo que entregan el ridículo papel extendiendo el brazo e inclinándose con una reverencia ante quienes en el fondo les desprecian con su desconfianza. Y luego osan hablar de liderazgo, ignorando a todas luces que liderazgo es cambiar cosas como esa, no aplaudirlas con sumisión. Muchas decepciones personales con este tema. Para mí no sois líderes, lo digo públicamente, porque os sobran papeles y os falta coherencia entre lo que decís y lo que hacéis. Y puede que no sea lo único que os falte.

In fine, el exceso de burocracia es probablemente el problema más voluminoso (hablamos literalmente) que tiene la Administración pública española en este momento. En realidad es peor de lo que parece, porque es el origen y la consecuencia de otros males incluso mayores. Por eso hoy queríamos sacar a relucir dicho problema (y su posible solución). O mejor dicho: sacar a reducir…

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2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Federico Rey dice:

    Creo que es justo decir que estamos inmersos en una perpetua modernización de la Administración, la cual no conseguimos nunca terminar y que se ha visto agravada por el paso de analógicos a digitales en el que también estamos inmersos. El nivel general de alfabetización digital en España es muy bajo y eso está dificultando más aún el proceso de simplificación, tan necesario. Lo que necesitamos es una racionalización, porque lo que tenemos ahora mismo es completamente irracional. Gracias por el artículo, como siempre, tan inspirador.

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