En «Las 10 excusas más tontas para no transformar digitalmente la Administración» ya vimos cómo algunos alegaban sin rubor que la administración electrónica podría vulnerar la LOPD o los derechos de las personas mayores, además de alguna otra perla contra la firma electrónica. Bien, en aquella ocasión no nos cabe duda de que la mayoría de las personas que esgrimían tales argumentos lo hacían de forma interesada y a sabiendas de su poca o nula base. La entrada de hoy podría ser parecida, pero en realidad pone el dedo en la llaga de un asunto si cabe más preocupante, ya que hace alusión a creencias completamente erróneas en relación a la administración electrónica o, peor todavía, al mundo actual. La obsolescencia sobrevenida de algunos perfiles profesionales antes doctos no hace prisioneros.
Ya lo advertíamos aquí:
En nuestra opinión es del todo imposible hoy en día catalogar a un letrado como “gran jurista” si no tiene, al menos, bastantes nociones de Derecho Digital. A veces cambian las reglas del juego y otras veces el mismo juego. No cuenten conmigo para defender perfiles de empleados públicos que se autodenominan “preparados” pero que en el fondo, si no tuvieran “plaza fija”, son potenciales parados de larga duración. Ha cambiado el mundo y siguen estando muy preparados sí, pero lo están en una realidad que ya no existe, para trabajar en una Administración que ya no debería existir, y realizando unas tareas que ya no tienen sentido. Yo puedo ser muy bueno, incluso brillante, revelando carretes de fotos, pero eso podía tener alguna utilidad hace 30 años, no ahora.
Estos son los nuevos incultos de la Administración, personas que en ocasiones son tóxicas y pueden resultar incluso peligrosas, sobre todo porque proceden de las alturas, habiendo ocupado la jerarquía gracias a un dominio hoy anacrónico de la Ley de procedimento del 58, o, peor aún, por su simple capacidad de medrar y «tocar poder», un poder que ahora ven peligrar por razones obvias. Quede claro el mensaje que queremos transmitir. No tiene nada de malo no ser experto en administración electrónica, transformación digital, firma electrónica, inteligencia artificial o blockchain… Pero negar todo esto, incluso combatirlo, y todo por aferrarse a un statu quo de poder o comodidad, roza la ruindad. O la ignorancia más osada, porque como dijimos antes, tanto o quizá más grave, es defender argumentos capciosos como creer falsedades que acaso pudieron ser ciertas en 1980 (o nunca).
¿Cuáles son entonces las creencias erróneas de estos nuevos incultos? Aquí unas cuantas, por ejemplo las 10 más usuales (pueden añadir alguna que proceda de su propia experiencia, o bien de la aludida entrada «Las 10 excusas más tontas para no transformar digitalmente la Administración»):
- Eso de la informática… Cuando una persona se refiere a la informática como a algo moderno, es que vive directamente en una realidad paralela: «Estáis muy pesados últimamente con eso de la informática» (frase real pronunciada por un funcionario en el s.XXI). Poco que añadir.
- Imposible cumplir. «No hay que cumplir las Leyes 39 y 40, porque no hay medios». Esta afirmación es un clásico, y defiende que la implantación de la administración electrónica supone una cara inversión y la puesta a disposición de muchos medios. Claro, y no hay medios porque no la habéis implantado. La administración del papel será cada vez más cara, en burocracia y en costes económicos y medioambientales. Me da un vuelco el corazón cada vez que pienso en los millones de papeletas y copias de actas que sobraron las dos últimas noches electorales.
¿Cómo? ¿Que vais a dejar las cosas en manos de logaritmos? En el fotograma el gran Paco Martínez Soria, quien por cierto no era ningún paleto - No es cosa mía. «Hay que cumplir las Leyes 39 y 40, pero son cosa del informático». Pues sí, de todos es sabido que una Ley no tiene nada que ver con el técnico jurídico, sino con una persona que estudió computación. Además, lo de endosar lo difícil a otros es una gran actitud, de buen compañero y buen líder.
- Escanear, digitalizar… De los creadores de «Es fácil cumplir las Leyes 39 y 40, escaneando los expedientes» llega «Cuando un ciudadano te presenta una solicitud en el Registro presencial se escanea y ya está». Pues no: el expediente no se escanea, porque ya es electrónico, y lo es porque consiste en un índice electrónico que se compone de trámites y documentos electrónicos. En cuanto a la instancia del interesado, como mucho se digitaliza (¿tendremos que explicar por enésima vez la diferencia entre digitalizar y escanear?), si bien lo ideal es que «nazca» electrónica (¿qué tal una firma biométrica?), y se acompañe del menor número de documentos posible.
- ¿Para qué? Si nadie lo usa. Otra que hemos escuchado no pocas veces es: «El ciudadano no usa los medios electrónicos». Pues no: ¿quién entraría en Internet para reservar un vuelo o un hotel?… Otra cosa es que los servicios públicos electrónicos se utilicen mucho menos que los privados, pero el motivo de esto estaría más relacionado con la accesibilidad y la usabilidad. ¿Para qué tanto certificado si para la mayoría de trámites basta con la mera identificación?
- Qué bien, tenemos «página web». Afirmar como se afirma que «La transparencia es subir cosas a Internet» supone desconocer dos importantes diferencias conceptuales: la que existe entre subir y publicar, y la que hay entre plataformas como el portal de transparencia o el perfil de contratante y una simple página web tipo Marca.com. Preocupa que algún empleado público muestre ese bajo nivel.
- Un solo tipo de firma electrónica. Quizá no es tan grave como las anteriores, pero deberíamos empezar a conocer los diferentes tipos de certificados, saber diferenciar los sellos de firmas, y la firma electrónica avanzada de la reconocida o cualificada. De verdad que no es tan difícil.
- Palabras que nos suenan vagamente, como quien oye las campanas a lo lejos… La más famosa es «interoperabilidad» pero en este caso valga, para ilustrar la idea, la frase (real como todas las que citamos) «Con la administración electrónica lo vais a dejar todo en manos de logaritmos«.
- «Despachos» y «urgencias». Cada vez que se le llama «despacho» (a secas) a un punto de despacho extraordinario o «urgencia» a un punto urgente (lo cual por cierto es esencialmente lo mismo), muere un gatito. Menudo cacao mental se llevan algunos. Y la segunda confusión es peor, porque induce a malas prácticas, y es que no es lo mismo una urgencia (política) del Alcalde que una urgencia desde el punto de vista legal, aún reconociendo la dificultad que entraña siempre la determinación en cada caso de un concepto jurídico indeterminado, aplicable en este caso a figuras como los puntos urgentes o la tramitación urgente (no confundir con «de emergencia»). Pero vamos, que el orden del día de los órganos colegiados debería formarse automáticamente, de manera que el procedimiento que ya haya llegado a ese trámite se incorpore precisamente al borrador de convocatoria por ser este el trámite siguiente definido en el work flow, y no porque el Presidente decida lo que es lo suficientemente urgente como para ir en la convocatoria o lo que es tan urgentísimo como para tener que tratarse en un Pleno ya convocado. Me suele dar un poco de risa (tampoco mucha, no crean) cuando me dicen que una cosa es urgente solo porque se acaba un plazo de un año que, en efecto, se acaba, pero que, caramba, era de un año.
- En contra de los trabajadores… ¿o a favor? Recuerden el topicazo «La administración electrónica quita puestos de trabajo». No es que sea exactamente falso, pero dicho así queda muy engañoso. Se van a automatizar funciones, desde luego (faltaría más), pero nadie se va a quedar sin su puesto de trabajo (eso sí: habrá que refefinirlo). Incluso se crearán algunos puestos nuevos:
Bonus track (surrealista):
- «La administración electrónica es comunista». Esta, aunque no lo crean, también es verídica. La pronunció una persona indignada tras escuchar una charla en la que el ponente se refería a «el ENI» con cierta velocidad dando la sensación auditiva de que decía «Lenin».