¿Saben lo que hacía el gran Miguel Indurain en la jornada de descanso del Tour? Salir en bicicleta…
La cosa tiene más lógica de la que parece, porque después de tantos días duros y de tantos kilómetros en las piernas una jornada entera de total descanso y reposo absoluto no puede ser buena ni física ni psicológicamente, sobre todo teniendo que reanudar la competición al día siguiente. De modo que es mejor salir y estirar las piernas. Montar en la bici y recorrer muchos menos kilómetros a mucha menor intensidad que un día normal. Esto es lo que en deporte llamamos “ritmo de competición”. Con semejante ética de trabajo no le fue nada mal al de Villava, actualmente considerado uno de los mejores ciclistas de la historia (probablemente el último gran ciclista).

Y es que desconectar total y absolutamente puede que no sea tan bueno e indicado como creemos, aunque por supuesto cada maestrillo tiene su librillo y Dios me librará de decirle a otros lo que deben hacer en su mes de descanso. Lo que sí haré es dar mi opinión, más bien centrada en la profesión de “funcionario”, y esta es que apagar el cerebro durante un mes o varias semanas no es buen negocio, y que olvidarse completamente todo lo que suponga o huela a trabajo es como huir. Huir, poner tierra de por medio, escapar despavorido de algo que se considera malo, y mal asunto si esto nos ocurre con nuestro trabajo. Ya he afirmado en varias ocasiones que una de las peores cosas que le puede pasar a una persona es que aborrezca su trabajo. Alguien dirá que hay cosas infinitamente peores, y desde luego es así, pero muchos también pensarán que no exagero en absoluto.
Así que descanso activo. Es mejor mantenerse a un 10-20% de la actividad normal que abandonar esta dimensión existencial, que es prácticamente lo que harían algunos. Créanme si les digo que no cuesta tanto trabajo si a uno le gusta su ídem. Al contrario. No hablo de renunciar a las merecidas vacaciones, faltaría más, sino de mantener una cierta actividad y sobre todo conexión, nunca mejor dicho, que nos libre de oxidarnos y de recibir la bofetada que suele dar septiembre muchas veces en forma de síndrome postvacacional. Los que lo han pasado dicen que es horrible. Digamos que, para quien coge las vacaciones en agosto, durante julio no es mala idea contar los días que faltan para largarse, pero no lo hagamos en septiembre porque nos puede entrar un desánimo importante al comprobar que nos quedan unos 335 días para volver a disfrutar de todo un mes.
Pienso que lo que realmente debemos hacer es descansar un poco durante todo el año, y no pegarnos la paliza de no hacer nada (expresión ciertamente contradictoria) durante todo un mes. Todos tenemos aficiones y ocio, y yo no me creo que solo se active el “modo ocio” en verano, porque ir al cine, hacer deporte o incluso con ciertas limitaciones viajar, lo podemos hacer cualquier mes. Este modus actuandi, que podríamos denominar “de pequeño descanso todo el año” es exactamente el complementario del que propongo como descanso activo en vacaciones.
Sobre lo que podríamos hacer durante este mes, y solo para dar ideas, sugiero aprovechar alguno de los hipotéticos viajes para mejorar en idiomas. Todos tenemos que mejorar en idiomas y como todos saben la mejor manera de hacerlo es comunicándose con los autóctonos, o al menos intentándolo. Huya de la tediosa mujer guía del paraguas y del diccionario y pruebe a relacionarse con los nativos. La nueva gestión pública es claramente internacional, y a parte de la evidente europeización que, aunque algo estancada por la crisis, vivimos, no falta mucho tiempo para que optemos a puestos de movilidad en administraciones extranjeras, o a becas, o simplemente a cursos de formación, amén de todos los fenómenos que nos impregnan y sobre los que tanto insistimos: eGov, oGov, eProcurement, Open Data, Benchmarking, Nudge, Community Management, Team Management, Team Leadership… Avanzamos pues hacia la internacionalización de lo público, y desde luego no hay un nivel de gobierno tan universal como los Ayuntamientos o Municipalidades. Por todo ello es muy conveniente mejorar en idiomas. Decía Moratín…
Admiróse un portugués
de ver que en su tierna infancia
todos los niños en Francia
supieran hablar francés
¡Arte diabólico es!
dijo torciendo el mostacho
¡Que para hablar el gabacho
un fidalgo en Portugal
llega a viejo y lo habla mal
y aquí lo habla un muchacho!
Podría desarrollar mucho más esta idea, pero ahora descansemos, al menos en ese “modo activo”, porque a veces para avanzar hay que detenerse, o según nuestra propuesta bajar el ritmo. Lo cierto es que está demostrado que la mente y el cuerpo cuando más rinden es cuando están más relajados. Así que, como diría Chiquito, “relájese usted”. Eso sí, con la debida tensión y atención al volante, que dentro de un mes quiero verles a todos, por supuesto sin síndrome postvacacional, para seguir mejorando (en idiomas y en todo lo demás)…